domingo, 12 de octubre de 2008

Monte Kinabalu, 4095 m, Malaysia






4 aventureros. Un gran monte. Una gesta para recordar...

Parece el trailer de una película de serie B, pero creedme, todo lo que pueda contar acerca de este punto del viaje se queda realmente corto.

En primer lugar, situémonos. Isla de Borneo, Malaysia, Monte Kinabalu. Casi 4100 metros de altura en un espectacular paisaje de vegetación selvática que, a medida que ascendemos, se torna en una vegetación típica de montaña.

Llegamos muy contentos y felices con nuestra equipación de exploradores domingueros (me remito a mis fotos de Barbie exploradora y Ken escalador) pero no sabíamos que lo que estábamos a punto de emprender nos iba a quedar muy grande.Demasiado.

Al llegar a la base de la montaña contratamos un pack de escalada+no sé qué movidas aptas para suicidas con cuerdas suspendidos en el aire (que por supuesto, luego no hicimos)+ un supersherpa que pasó de nosotros como el mismo culo. Vamos, unos pirados del copón de la baraja.

Nuestra ascensión al PKM empezó como en las pelis de terror: todos nos las prometíamos muy felices porque no teníamos ni idea del berenjenal que nos estaba cayendo.

Hasta los primeros 1500 m, bien, todo Correcto. Escaloncitos, piedrecitas, riachuelos, vegetación abundante y paisajes preciosos. Luego empezó a ser cada vez + y + difícil. La presión psicológica de ver que llevabas HORAS! haciendo lo mismo y aun no veías el refugio empezaba a hacer mella en mí. Primeras lágrimas de impotencia. Entonces empezó a caer la de San Quintín y/o/u la de Dios es Cristo, es decir, llovía cual Diluvio Universal. Yo no dejaba de darle el coñazo al pobre Rafa porque no podía dejar de blasfemar (puta selvaaa!!!estoy hasta los cojoneeees!!!!! gritaba yo cual psicópata)...6 horas y media tras el comienzo de todo esto llegamos al refugio y...HORROR!!!! HABÍA CUERDAS PARA SUBIR AL P*** REFUGIO!!!Creí morir. Si en algún momento de mi (corta) existencia he llegado a contemplar el suicidio como momento de salvación, fue en ESE PUTO MOMENTO. jajaja

El refugio, para que contaros, muy en nuestra línea: un frío de la leche, una comida mala de huevos (que encima tenías que salir fuera y otra vez con las cuerdecitas para dirigirte al restaurante de enfrente) y unas duchas y baños al aire libre con el frescor de Ariel que hacía. Muy exótico todo. Lo peor vino cuando nos dijeron que nos teníamos que levantar a las 2 de la madrugada para comenzar la ascensión a la cumbre, para ver el amanecer. Si, si...las dos de la mañana. Lágrimas.

Lo siguiente que recuerdo fue vernos a 30 o 40 personas con unas lamparitas en la cabeza, guantes para resguardarnos del frío y de las rozaduras con las cuerdas y mucho mucho frío...y un intenso miedo. Según subíamos, se iba notando el mal de altura: mareo, ganas de vomitar, dolor de cabeza...Por fin veíamos la cumbre. Patri y Cris, en un ataque de sensatez decidieron parar a unos 150 m de la cumbre y por un momento casi me quedo con ellas. Rafa al ver que no me decidía, siguió la ascensión por su cuenta hasta la cumbre. Yo pensé: Ana, esto se hace una vez en la vida y no más, asi q tira pa´rriba que esto me lo hago yo por mis santos c*****. Era algo personal. El monte no iba a poder conmigo. Subí ayudada por un sherpa (simpático, no como el cardo borriquero del nuestro) y luego vino Rafa al rescate. No lo podía creer. Creía que me había rendido, pero no. Los dos juntos llegamos a la cumbre y nos dimos un abrazo y un beso. Lo hicimos. Luego llegó la foto-finish.

La bajada fue aún más dramática. Se me clavaban las uñas de los pies en las botas (aún siguen moradas) y menos mal que Rafa me salvó la vida bajando él en CHANCLAS DE PISCINAAAAAAAAAA!!! demencial. Más lágrimas. Tras 16 horas y media de caminata sin apenas descanso desde la madrugada llegamos al campamento base. Habíamos dejado por el camino algunas cosas, entre ellas, los miedos y las dudas.Y nos habíamos llevado muchas agujetas y dolores pero una gran valentía porque Pudimos hacerlo.

Nunca nadie podrá imaginar lo que sentimos, salvo aquellos que también lo han vivido. Realmente fue una hazaña. Mereció la pena.

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